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viernes, 7 de agosto de 2009

NI MAS NI MENOS














Durante el último año y medio, una persistente tarea de demolición se ha puesto en marcha en este país y no pocas voces se han alzado contra los grandes medios de comunicación en tanto que artífices de esa ingeniería. A falta de un programa y de un liderazgo que unifique el accionar de las derechas, ríos de tinta y horas de pantalla han paliado la debilidad política y la endeblez moral de quienes se postulan como los restauradores de un orden que jamás hubieran querido perder. Pero pareciera no ser suficiente. Y, de hecho, no lo es. Aun desplegando todos los recursos editoriales, conchabando escribas y movileros dóciles a la impronta patronal, el esfuerzo mediático tiene el techo de las evidencias: cada vez es menos creíble que el presidente de la Sociedad Rural Argentina esté más preocupado por la suerte de los pobres que por la de los tambos de su propiedad. Era preciso otro argumento y esta vez vino desde Roma.
Y así fue: el Papa se escandalizó por la pobreza en Argentina pero nada dijo sobre las siete bases militares que Álvaro Uribe le abrirá al ejército norteamericano. Al menos podría haber empalmado la veloz visita del mandatario colombiano a la Casa Rosada y escandalizarse por ambas cuestiones. Pero no. Tampoco se conoce que el Príncipe de Roma haya impartido indicación alguna a la jerarquía eclesiástica hondureña para que excomulgue a los golpistas que asesinan a cuchilladas a los resistentes. Y eso que ahí hay pobres y no es cuento. Sin embargo, el Sumo Pontífice prefirió escandalizarse sólo por la pobreza en Argentina. No venían al caso el cura pedófilo que impunemente aparece en ciertos programas televisivos, ni la historia truculenta de complicidades del alto clero con los genocidas, ni que una buena parte de los jueces todavía siga negándose a unificar las causas para que ningún represor –laico o con sotana– quede sin el merecido juicio y castigo. Al Papa lo único que lo escandaliza es la pobreza en Argentina. Es como si la pobreza fuera un designio de esta particular circunstancia histórica y en las otras, en las pretéritas, no hubiera existido. La pobreza acaba de surgir en este país. Producto de vaya a saber qué cosa, millones de personas, casi por un conjuro satánico, son pobres en Argentina. Entonces, dijo el Papa, hay que ser más solidarios para que haya menos pobres. En esto razón no le falta pero ¿a quién se lo dijo? ¿Se trata de un mensaje urbi et orbi y que el sayo se lo ponga el que le quepa? ¿Quién o quiénes son los destinatarios de esta renovada opción preferencial por los pobres?
Desde luego que hay pobres en Argentina. Y hay indigentes. Debería haber menos, muchísimo menos, para no decir que no tendría que haber ninguno, habida cuenta de que las grandes patronales nacionales y extranjeras han cosechado en los últimos años cuantiosas ganancias; que se han llenado los bolsillos a más no poder; que giran remesas y fugan al extranjero sumas fabulosas de dinero; que no pagan un centavo de impuestos por sus operaciones de timba financiera; que no quieren que el Estado les aplique retenciones pero tampoco dicen cómo se habrán de sostener las cuentas públicas sin esos tributos; que promueven la reprivatización de las empresas estatales porque no les interesa el servicio que prestan sino la ganancia fácil que de ellas pueden volver a extraer; que sabotean el Banco del Sur porque si el país vuelve a los grilletes de la banca mundial el ajuste para abajo las volverá a favorecer; que despiden o suspenden trabajadores y que retacean un pálido aumento del salario mínimo alegando que la crisis global se les ha caído encima; que no dudaron en desabastecer de alimentos a la población para presionar por sus demandas corporativas mientras en los piquetes de guante blanco se pavoneaban haciendo desfile de modas.
Es un escándalo, sí, un verdadero escándalo que al anunciar el lanzamiento de la colecta “Más por menos”, el Papa no se haya dirigido a esas grandes patronales que son los únicas promotoras de la pobreza en Argentina. ¿O el Papa no sabe que “el hambre es un crimen” y que por decir esto se intimida con amenazas y secuestros a los educadores populares y a los pibes del Movimiento Chicos del Pueblo, usando para ello a sicarios disciplinados y anónimos? ¿Cómo es posible que su mensaje haya sido tan indignado como universal, sin destinatario fijo?
Debería haber sido “más” claro y “menos” indirecto si en verdad está escandalizado con la pobreza en Argentina porque, para ser más solidario, lo que tiene que hacer es señalar a los responsables, caer sobre ellos con todo el peso de una autoridad moral conmovida por la injusticia. Tal vez, para subrayar su mensaje, debería haber mencionado a Carlos Mugica, a Enrique Angelelli, a los curas palotinos y a todos aquellos que, teniendo como único escudo su fe inquebrantable, dieron su vida por amor a los pobres. La vida, sí, ni más ni menos. Pero el Papa pareció no haber reparado en ello. ¿Un descuido de la memoria? ¿O tal vez otra cosa?

Carlos Girotti Sociólogo, Conicet - 07-08-2009 / En Buenos Aires Económico

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