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miércoles, 29 de diciembre de 2010

Brutal represion de la "Gestapo" Schiarettista



SOBRE LA AGRESIÓN SUFRIDA EN ACTO INAGURACIÓN DE LA AUTOPISTA

Los integrantes de La Cámpora Córdoba denunciamos públicamente, y solicitamos el repudio general, por los hechos de los que fuimos víctimas durante el acto en Leones con motivo de la inauguración de la autopista Córdoba-Rosario.

Hacemos público el accionar violento de una agrupación identificada como ‘Brigadier San Martín’ quienes durante el discurso de Schiaretti comenzaron a golpear a miembros de nuestra agrupación que nos ubicábamos detrás de ellos, en represalia por nuestra silbatina al gobernador (como hicieron tantos otros durante esa jornada) en pleno ejercicio de nuestra LIBERTAD DE EXPRESION.

La Brigadier San Martín es el nombre de esta ‘banda’ quienes funcionaron como ‘matones a sueldo’. Estos sujetos la tomaron enceguecidos contra nosotros y gritaban expresamente que no permitirían que silbáramos a ‘su’ gobernador. Golpearon a varios compañeros entre ellos a nuestro referente Lalo Acosta, al compañero Daniel Arguello y sobre todo patearon en el suelo a la cra. Leticia Gómez quien se llevo la peor parte.

Individualizamos a la Brigadier San Martín como una ‘patota’ al servicio del gobierno provincial cuyo fin no es el de la militancia política ni el debate de ideas sino lisa y llanamente el amedrentamiento de las agrupaciones y sectores que nos identificamos con el proyecto nacional y popular y nos oponemos a las políticas neo-liberales y represivas de este gobierno y que distan enormemente del ejecutivo nacional.

Sabemos por otra parte que no es primer hecho de violencia protagonizado por esta patota, y solicitamos que quienes se vean víctimas de este grupo lo hagan público para terminar con la vieja práctica a la que siempre recurre la vieja derecha reaccionaria cada vez que vislumbra su próxima derrota en las urnas.

Agradecemos la intervención y el compromiso de otros compañeros como La Cámpora Santa Fe, al compañero Emiliano Álvarez, a los integrantes de la ’22 de agosto’ y también las muestras de solidaridad y las manifestaciones de apoyo que recibimos de personas y organizaciones.

La Campora Córdoba, diciembre del 2010

sábado, 25 de diciembre de 2010

Argentina


La secretaria Ejecutiva de la Comisión Económica para América Latina (Cepal) recibió a Cash en una improvisada oficina donde está trabajando desde que el terremoto golpeó al emblemático edificio del organismo en Santiago de Chile. Alicia Bárcena no es economista, es bióloga pero recurre sin problemas a economistas latinoamericanos como Raúl Prebisch y Celso Furtado para proponer políticas de desarrollo diseñadas desde la región, cuestionar la apreciación cambiaria y defender los controles de capitales. Bárcena desembarcó en el organismo a mediados de 2008 y se convirtió en la primera mujer en asumir la conducción de Cepal. Previamente la mexicana se desempeñaba como secretaria general Adjunta de Gestión en la sede de Naciones Unidas en Nueva York, donde manejaba el gigantesco presupuesto de la ONU.

“América latina es hoy una región progresista. En Argentina se ha dado un cambio de modelo desde 2003. Es uno de los países de la región que más redujeron la desigualdad”, afirma Bárcena quien, lentamente, está revitalizando el discurso político y económico de la Cepal.

La agenda de desarrollo que presenta en sus intervenciones por la región reconoce la necesidad de “disciplinar” a los empresarios a través de distintos impuestos como pueden ser las retenciones, recupera las propuestas vinculadas con la inversión pública en ciencia y tecnología con desarrollos locales, y enfatiza la relevancia de preservar un tipo de cambio que responda a vectores productivos y no sea determinado por flujos especulativos.

–¿Qué evaluación hace la Cepal de la última década en América latina?

–Los gobiernos progresistas, desde 2002 y 2003, nos dejan un legado muy positivo donde no hay marcha atrás en las políticas sociales. Hemos aprendido que hay que igualar para crecer, que no alcanza crecer para igualar. El gasto social no se pierde, sino que es el motor de la economía.

–¿La región aprendió de los fracasos de las décadas del ’80 y ’90?

–Sin duda. La región ha aprendido lecciones muy importantes del pasado. Hoy somos una región que ha entendido la importancia de la macroeconomía: mantener bajos niveles de déficit de cuenta corriente, o superávit, bajos niveles de deuda, controlar la inflación y promover la acumulación de reservas. Después de la década del ’80 la región demoró 14 años para recuperar los niveles del PIB per cápita, pero para recuperar los niveles sociales nos tomamos 25 años.

–¿Qué cambió con los gobiernos progresistas en Latinoamérica?

–Como herencia de estos gobiernos progresistas la región invirtió activamente sus políticas sociales con distintas medidas de protección de empleo, el salario y otros programas. Apoyando incluso a los empresarios. Los estímulos fiscales durante la crisis fueron muy efectivos para estimular la demanda. Así nos recuperamos mucho más rápido de la crisis que el resto del mundo. El PIB había caído 1,9 por ciento en 2009. Este año la región recupera y crece 6 por ciento.

–¿Cómo continúa este nuevo esquema regional a la salida de la crisis económica global?

–Uno de los aspectos centrales de nuestra región es sobreponernos a la heterogeneidad estructural. En la Cepal creemos que el camino hacia el desarrollo está en la convergencia productiva. Rearticular los sectores productivos, dinamizarlos y reindustrializar. La región debe aprovechar sus mercados internos. Países con grandes mercados internos como Argentina, Brasil, Colombia y México deberían convertirse en los grandes motores del crecimiento regional. Si crece Brasil, crecen las economías que están a su alrededor. Eso es una buena noticia.

–¿Qué es lo que tienen que hacer los gobiernos?

–Hay que diversificar la estructura productiva e incentivar la inversión. Es muy importante porque la estructura de las exportaciones está muy concentrada en materias primas y precios que son volátiles y generan vulnerabilidad externa. La única forma para salir de la desigualdad es el empleo con derechos y protección.

–¿Qué significa diversificar la estructura productiva?

–Significa no sólo depender de enclaves de materias primas, sino también desarrollar servicios como puede ser la industria de software.

–Algo similar hizo Irlanda y hoy atraviesa una fuerte crisis económica.

–En Irlanda el manejo financiero es lo que fracasó; la diversificación productiva funcionó bien. Lo mismo en Finlandia y Nueva Zelanda. Cómo buscar nuevos nichos industriales es uno de los grandes temas. En el área de energía, biocombustibles, biotecnología, nanotecnología, comunicaciones, incluso con la soja. Es necesario profundizar el agregado de valor, la innovación y la articulación regional.

–¿Cómo pueden lograr Bolivia, Argentina o Ecuador impulsar este tipo de procesos?

–Definitivamente el gasto público debe cumplir un rol central. La inversión en investigación y desarrollo debe incrementarse. Hoy en la región es 0,6 por ciento mientras que en Corea del Sur alcanza al 4 por ciento. Nuestro continente tiene enorme espacio para crear localmente sus propios desarrollos tecnológicos sin que se importen de Japón o Alemania. Raúl Prebisch o Celso Furtado plantearon una agenda muy profunda para América latina que parte de la base de que el desarrollo arranca de nosotros mismos. Nadie nos va a desarrollar desde afuera. Hay que tener un planteamiento de pensamiento propio, con densidad nacional.

–La Cepal retoma así sus postulados históricos, que gestiones anteriores habían olvidado influenciados por la ola neoliberal.

–En la Cepal sabemos que el crecimiento y el desarrollo no son sinónimos. No alcanza con crecer: el desarrollo es igualar para crecer. Todavía nos falta gestión de la innovación que se hace en nuestras universidades y los jóvenes empresarios emprendedores. La región debe aprovechar la mejora en los términos de intercambio y crear fondos para ciencia y tecnología.

–Existe una importante oposición de algunos sectores económicos para que el Estado se apropie de esas ganancias y las utilice.

–Uno de los temas más importantes es la convergencia entre trabajadores, empresarios y el Estado. Nos hacen falta pactos sociales profundos. Disciplinar a los empresarios significa alcanzar un camino conjunto. El modelo donde el mercado lo podía todo no funciona y tampoco el Estado solo puede hacer todo.

–¿Propone un pacto social, como se quiere impulsar en estos momentos en Argentina?

–Necesitamos nuevos pactos para que las ganancias de productividad se queden en la región y no se concentren en muy pocos. El factor redistributivo debe ser el Estado y eso se logra con diálogo. Los empresarios deben ver que la desigualdad conspira contra ellos. Los empresarios también necesitan reglas de juego que las pone el Estado.

–¿Qué papel juega el tipo de cambio en este escenario que plantea?

–El tipo de cambio es un instrumento muy importante que manda señales muy potentes hacia el sector productivo. El tipo de cambio debe responder a los vectores productivos. Nada sería peor que las señales fueran a la concentración exclusiva de materias primas abandonando al resto de las actividades. Tenemos que evitar la apreciación.

–Esto implica aplicar controles al ingreso de capitales especulativos.

–Somos partidarios de los controles de capitales financieros especulativos. Esa medida es muy importante para apuntalar nuestras economías. Hay que desdramatizar algunos temas. La solvencia fiscal es importante, pero no se puede descuidar al sector productivo. La variable de ajuste no puede ser el sector productivo ni los trabajadores. Algunos países tienen más espacio que otros, pero sin duda no se puede perder el dinamismo en materia laboral.

–¿Cómo interpreta Cepal el desempeño argentino durante la última década?

–A partir de 2003, Argentina inició un cambio muy positivo. Hubo una acción muy valiente del Estado para transformar profundamente el modelo. Hay un quiebre cuando uno compara con la década de los ’90. Argentina, junto con Brasil, Bolivia y Venezuela, son los países de la región que más redujeron la desigualdad y la pobreza. Eso es sin contemplar la Asignación Universal por Hijo; midiendo eso, los resultados son todavía mejores.

También ha mejorado considerablemente el balance de pagos y la cuenta corriente. La deuda pública tiene un muy buen comportamiento y aumentan las reservas internacionales. El Estado ha tomado decisiones correctas para la sociedad argentina.

–¿Qué desafíos piensa que enfrenta?

–Es un proyecto de país que se ha ido construyendo desde 2003. Es un cambio de modelo que no está exento de problemas y desafíos pero por lo menos se plantea un proyecto social, productivo y de articulación política social de diálogo. Es un muy buen momento para la convocatoria de un pacto social. Hay un alto nivel de convergencia. Eso lo observé en Mar del Plata. En Argentina se está dando algo que para nosotros en Cepal es muy importante: un proyecto donde se está buscando la convergencia productiva y territorial, apoyando a las familias pobres, reduciendo la desigualdad, aprovechando el buen contexto externo a favor de la economía nacional

Por Tomás Lukin

lunes, 13 de diciembre de 2010

Villa Soldati, el origen del conflicto y una solución por la vía política



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Observo una enorme desorientación. Trataré de hacer conocer someramente, lo sucedido en estos días.

Un grupo importante de familias, se asentó en el parque Indoamericano -según sus propios dichos- con el objeto de peticionar ante las autoridades de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. La petición no es otra cosa que, exigir las soluciones habitacionales prometidas en la campaña electoral.

¿Cómo se originó esta toma? Esta semana el PRO dio origen a su campaña electoral anunciando la entrega de los títulos de propiedad de los terrenos sobre los que se habían construido casas en villas como Piletones, Villa 20, Villa 1-11-14 y las Villas 3, 6, 17, 19 y 21-14. Con este objetivo los diputados Enzo Pagani y Cristian Ritondo presentaron un proyecto en la Legislatura para reformar el Código de Planeamiento Urbano.

Cuando este proyecto fue anunciado con efusividad electoralista, lo primero que se provocó fue que una banda organizada atacara el obrador que tienen las Madres de Plaza de Mayo en Los Piletones, con 400 casas casi terminadas. Ese grupo fue rechazado por los trabajadores del obrador, pero alentados por esas promesas de inicio de campaña electoral, la gente de las villas se lanzó a ocupar el predio del Parque Indoamericano. Esta fue la consecuencia de la promesa del PRO. Hay una importante cantidad de denuncias de los ocupantes de haber sido motivados a tomar el predio, previo pago de $700.

La primera noche de ocupación comenzó la violencia con el resultado de dos muertos. Ante una instrucción judicial, la Policía Federal desalojó el predio y se lo entregó a la Policía Metropolitana que, insólitamente, permitió que los grupos que lo habían ocupado, volvieran a hacerlo por segunda vez, con mucha más gente.

Al segundo día se desató una guerra entre un grupo de vecinos de Soldati y Lugano y los ocupantes, que ya se habían asentado.

Por supuesto que el Estado Nacional no está de acuerdo con la toma de ningún espacio público y debo aclarar que, los ocupantes, han manifestado que tampoco están de acuerdo con ello pero, lo utilizaron como forma de llamar la atención del Gobierno de Ciudad Autónoma de Buenos Aires sobre la falta de planes de viviendas para la urbanización de villas.

Este conflicto sólo tiene solución política.

Sin embargo el Gobierno de la Ciudad se negó a llevar a cabo cualquier negociación con los ocupantes que él mismo había alentado a través del ofrecimiento de escrituras y adoptó la postura de reclamarle al gobierno nacional, intentando presionar para que nos apartemos de la consigna innegociable del gobierno de la Presidenta Cristina Fernández de Kirchner de no reprimir las manifestaciones sociales.

El Jefe de la Ciudad Autónoma pretendió en todo momento, saturar de policías y desalojar el predio a los palos, sin importar sangre, heridos o muertos. Se niega a entender, seguramente por su inexperiencia o su especulación politiquera, que esa solución es solución de un día. De ESE DÍA pero, no se puede sostener en el tiempo.

Hubo una manifestación violenta en el mismo predio. Somos conscientes que muchos vecinos están enojados con la situación pero, las agresiones vinieron de barrabravas y delincuentes que, mezclados con los vecinos honestos, se dedicaron a lastimar a la gente.

En algún momento del viernes, y con tres personas muertas, había que encontrar un cauce político para comenzar a salir del conflicto. Los ocupantes tomaron contacto con funcionarios del Ministerio de Desarrollo Social de la Nación y pidieron intercediéramos para provocar una reunión con el Jefe de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires y que participando de la reunión, oficiáramos de garantes. Personalmente me comuniqué con Horacio Rodriguez Larreta y Guillermo Montenegro para que asistieran junto con Mauricio Macri a una reunión en Casa de Gobierno.

Tuvimos una reunión de cinco horas. Terminó el sábado a las cuatro de la madrugada, sin resultados. Nuestra propuesta fue que el Gobierno Nacional financiara las tierras y la Ciudad Autónoma de Buenos Aires financiara las viviendas. Siempre hablamos de financiar. NO HABLAMOS DE REGALAR NADA. No es nuestra vocación premiar la toma ni tampoco es ese el pedido de los ocupantes, cuyo reclamo no es otro que el cumplimiento de las promesas electorales y la revisión de las prioridades de la gestión de la CABA, entre las que no figuran las villas ni la vivienda.

Retomamos la reunión, el sábado a las 11:30 con resultado negativo. Macri se retiró a los pocos minutos y la reunión terminó tal como comenzó. El saldo fue el conocido.

Ya habíamos comprobado la sub ejecución del presupuesto de Educación en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires que motivó la queja de los pibes y con razón. De la misma manera, sucedió con la sub ejecución del presupuesto para viviendas sociales que provocó airadas manifestaciones de los habitantes de la Villa 31.

Era imperioso evitar la escalada violenta promocionada, entre otros, por el propio Ingeniero Macri con sus expresiones xenófobas y de incitación a la violencia.

Por ello decidimos tomar acciones unilaterales de inmediato. Si bien somos convidados de piedra desde el punto de vista jurisdiccional, no lo somos desde el punto de visto de las convicciones. La gente nos importa, su situación nos importa.

Respetamos en todo momento, la jurisdicción de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, porque inferimos que el Ingeniero Macri tendría vocación de conciliar una solución por vía de la política. Estábamos equivocados de medio a medio.

Instruimos a la Gendarmería para que dispusiera un cerco y a partir de allí realizar un censo por parte del Ministerio de Desarrollo Social de la Nación, para evaluar las situaciones particulares.
Ya van 18 horas de operativo de Gendarmería, sin ningún inconveniente y la labor del Ministerio de Desarrollo Social de la Nación, ha sido impecable.

Dijimos que la única forma de resolver el tema era por la vía de la política y estamos demostrando que, la solución es… POLÍTICA.

No tuvimos más remedio que participar activamente para evitar una escalada sin límites. Por esta vía, en el menor tiempo posible y con medidas ciertas y comprobables, los vecinos desalojarán el predio, por su propia voluntad.

Ojalá haya podido sintetizar todo lo sucedido.

Jefe de Gabinete de ministros de la Nación. Publicada en su blog anibalfernandez.com.ar

lunes, 6 de diciembre de 2010

Cuando Morales Solá no tenía miedo




La fotografía que encabeza la portada de la edición de hoy de Miradas al Sur es un documento inédito. Esta imagen nítida fue tomada a fines de 1975, en pleno desarrollo de la eliminación física de la militancia popular tucumana a manos del general Acdel Vilas, el jefe del Operativo Independencia y defensor confeso de la tortura y el exterminio físico de quienes consideraba sus enemigos. Vilas puso especial énfasis en la persecución de maestros, profesores, psicólogos y cualquiera que pudiera ser un ideólogo.
Por entonces, Joaquín Morales Solá trabajaba en La Gaceta de Tucumán y era corresponsal de Clarín en esa provincia. Se publicaron varias informaciones que daban cuenta de la estrecha relación del actual columnista estrella de La Nación con el represor Vilas y con quien lo sucedió en sus genocidas tareas, Antonio Domingo Bussi. Sin embargo, nunca pudo verse, como ahora y por primera vez, a Morales Solá de paisano, con una comitiva de militares con uniforme y casco de combate en pleno operativo.
Esta foto, que fue guardada celosamente durante años por quien la registró, habría sido tomada en el lugar más escabroso del exterminio en Tucumán. En efecto, según dos fuentes calificadas, el edificio al cual va a ingresar la comitiva es la tenebrosa Escuelita de Famaillá, el principal centro de exterminio por entonces. Una tercera fuente calificada también consultada por Miradas al Sur, considera, en cambio, que se trata de otro lugar de torturas y eliminación de detenidos, ubicado en las instalaciones del Ingenio Santa Lucía. Quedará en manos de la Justicia Federal tucumana definir el lugar y tratar de averiguar las circunstancias que llevaron a Morales Solá a acompañar al carnicero Vilas a un operativo. El trabajo de los periodistas es buscar aquellos documentos que contribuyan a echar luz sobre lo actuado por personas e instituciones. También el de consultar fuentes confiables para orientar el esclarecimiento de la verdad. Lo que no puede ni debe hacer el periodismo es intentar reemplazar las actuaciones periciales que sí puede la Justicia.
Dicho esto, es preciso encuadrar lo que se vivía 35 años atrás en el llamado Jardín de la República. En su informe final, la Conadep puntualiza: “A la provincia de Tucumán le cupo el siniestro privilegio de haber inaugurado la ‘institución’ Centro Clandestino de Detención, como una de las herramientas fundamentales del sistema de represión montado en la Argentina. La ‘Escuelita’ de Famaillá fue el primero de estos lugares de tormento y exterminio…”. Una escuela en construcción fue el lugar elegido por el primer jefe de la Operación Independencia, Acdel Edgardo Vilas, para instalar el campo de concentración por el que pasaron –entre febrero y diciembre de 1975- más de 1.500 personas. La mayoría fueron asesinados, todos bárbaramente torturados.
La escuela está a unas cuatro cuadras de la plaza principal de Famaillá, en el camino que une a esa población con el ingenio Fronterita. Ahora se llama Diego de Rojas y a ella concurren cientos de alumnos de primaria. En 1975 la escuela era apenas una obra en construcción. Solo existían una galería, un patio y cinco aulas. Todo estaba cercado por una alambrada y la galería y las aulas no eran visibles desde el exterior porque estaban tapadas por lonas y plásticos, a la manera de cortinas. En dos aulas los militares mantenían en las peores condiciones a grupos que oscilaban entre 20 y 40 prisioneros. Otra aula era utilizada para descanso de las guardias, la cuarta estaba destinada a tareas administrativas y para fotografiar a los secuestrados. La quinta aula era el lugar de los tormentos.
En noviembre de 1975 La Escuelita y otros centros clandestinos de detención ya habían sido visitados por funcionarios civiles y militares de la Nación y de la Provincia, por legisladores. Algunos sobrevivientes señalaron que fueron varios obispos y sacerdotes. Sería muy útil saber si Joaquín Morales Solá estuvo en ese lugar de exterminio y, si es así, en carácter de qué fue. Cualquiera que recorra una hemeroteca y se detenga en las ediciones de La Gaceta y de Clarín encontrará gran cantidad de artículos firmados por el periodista mencionado. En ningún caso dando cuenta de la verdad que, de modo incontrastable, fue relatada en el Nunca Más y que luego encontró muchos más testimonios en los juicios que actualmente se sustancian en Tucumán.
Los militares, en 1975, ejercían un férreo control sobre lo que se publicaba en relación al Operativo Independencia. Por ejemplo, hicieron echar al corresponsal de Télam en la provincia y pusieron en su reemplazo a dos hombres de Inteligencia del Ejército, comandados por uno de los fundadores de Fasta, la organización del cura dominico filo nazi Aníbal Fósbery. En ese momento, los artículos de Morales Solá, tal como puede constatarse ahora, eran una caja de resonancia de la acción psicológica de los militares. Un artículo publicado en Clarín el 12 de noviembre –que lleva la firma del corresponsal Morales Solá- es elocuente. Se valió de la vieja metáfora de la parición, del alumbramiento, de la vida para explicar lo que era, en realidad, la matanza que llevaban a cabo las hordas de Vilas: “Han pasado ya 36 semanas, el tiempo de una gestación”. Se trataba de “el primer síntoma de que las Fuerzas Armadas adoptaban una posición ofensiva frente a la intolerancia ideológica”. También expresó su apoyo incondicional: “Ha cambiado, sin duda, la imagen revoltosa, rebelde y disconforme que Tucumán supo formarse a través de largos años”. Más adelante agrega: “La presencia militar ha aquietado las aguas siempre turbulentas y, como barridas por un fuerte viento, han desaparecido huelgas, manifestaciones y disturbios”. El informe de la Comisión Bicameral que investigó las violaciones de los derechos humanos en Tucumán dedicó un párrafo muy elocuente a esa desaparición de huelgas, manifestaciones y disturbios a los que se refiere Morales Solá, al señalar que se montó “un vasto aparato represivo, que orienta su verdadero accionar a arrasar con las dirigencias sindicales, políticas y estudiantiles”. La Comisión Bicameral concluyó, en su informe, que “nueve de cada 10 personas, fueron secuestradas en sus domicilios, lugares de trabajo o en la vía pública” y que “en la mayoría de los casos, estas acciones se desarrollaron en horas de la noche”.
Como muestra la foto que da soporte a este artículo, Morales Solá fue tomado in fraganti con los militares en por lo menos un operativo. Alguien consideró que ya era hora de que tanto cinismo sea confrontado con documentos gráficos incontrastables.
En aquel Tucumán desangrado día a día, con centenares de destacados dirigentes políticos, gremiales y estudiantiles secuestrados y desaparecidos, donde noche a noche las bandas de Vilas y el comisario Roberto -el Tuerto- Albornoz -recientemente condenado a prisión perpetua- colocaban explosivos y hacían volar por los aires locales partidarios, casas de familias y sedes de la Universidad, Morales Solá no tenía miedo.
Hasta ahora, Morales Solá eludió hablar de su vida en esos años. Las pocas veces que hizo referencias, quedó en evidencia que no está dispuesto a decir la verdad. En una polémica con el periodista Hernán López Echagüe dijo que en 1976 ya no estaba en Tucumán, por lo cual mal se lo podía acusar de cercanía con Antonio Domingo Bussi. El sitio Diarios sobre Diarios probó, con fotografías, que no era verdad lo que decía. Es más, él mismo escribió, en una nota en el diario El País de Madrid, que había asistido a la asunción de Bussi la noche del 24 de marzo de 1976. También dijo, en esa nota en el diario español, que había huido de Tucumán por haber sido amenazado por la Triple A. Los dirigentes de la Asociación de Prensa tucumana de aquellos tiempos, que sufrieron persecución y atentados terroristas, lo desmintieron. Ellos llevaban un registro diario de las amenazas y agresiones y aseguraron que Morales Solá nunca fue molestado. En realidad, su viaje a Buenos Aires fue una combinación que conjugó las necesidades de flamantes autoridades periodísticas de Clarín y la recomendación de un importante general, mano derecha de Videla. Se trataba de José Rogelio Villarreal, quien estuvo al frente de la Quinta Brigada del Ejército en la última fase del Operativo Independencia y que luego saltó a jefe de Operaciones del Estado Mayor General por pedido expreso de Jorge Videla, que lo necesitaba a su lado en el momento de consumar el golpe de marzo de 1976. Villarreal jugó un papel muy importante en la política de integración de los grupos empresariales de medios y los jerarcas militares, tal como lo prueban los documentos que hoy están en sede judicial y que surgen de la comisión Papel Prensa – La verdad.

viernes, 3 de diciembre de 2010

Madre Noche



Algunas consideraciones sobre el libro de Charlie Moore
...un hombre que sirvió a la causa del Mal demasiado abiertamente y a la del Bien demasiado en secreto: el crimen de su época.

Kurt Vonnegut (Jr.)*

Por Julio Carreras

Hace poco más de un mes, durante una cena de funcionarios, repentinamente entró el secretario privado de la presidenta, Cristina Fernández de Kircher. Dirigiéndose a un diputado, le dijo:
-Ché, no puedo conseguir este libro que me ha encargado la señora... He recorrido todas las librerías de Buenos Aires y nada.
Uno de los que estaba cerca era un ex preso político. Escuchó el título:
-La búsqueda... de Charlie Moore.
Entonces dijo:
-Yo sé quien puede tener alguno para vender...
Los otros dos se le fueron encima y luego de una llamada, minutos después el automóvil oficial de Presidencia corría a la casa del “Mono Yeyo“, para comprar el libro. Distribuido en Buenos Aires por la Asociación Nacional de Ex Presos Políticos.
¿Cuál era la importancia de un libro, para que la presidenta de la Nación tuviese tanta urgencia por tenerlo? Hoy, 29 de noviembre de 2010 bien temprano, he terminado de leer, en apenas dos días, sus 375 páginas. Corroboro la opinión que espontáneamente expresé, apenas me narraron la anécdota: es un libro que debería leer toda la población argentina. Y por cierto me parece muy bien que lo haya leído, entre las primeras, la presidenta.
Quien lo escribió, en realidad, es un oficial de la policía Judicial de Córdoba, Miguel Robles. Y lo hizo muy bien. O quizá fue asesorado por escritores profesionales. Tiene la estructura literaria de una novela, con final edificante.
Su argumento: la represión ilegal en la Argentina. Narrada por un testigo privilegiado; alguien que, durante seis años, trabajó en las entrañas mismas de la bestia.

El juicio a Videla

“Mediante teleconferencia desde Londres, Carlos Raimundo Moore prestó declaración en el juicio contra Jorge Rafael Videla, Luciano Benjamín Menéndez y otros 29 represores en los que identificó y relató los hechos aberrantes cometidos por los policías imputados que pertenecieron a la Dirección de Informaciones de la Policía, la temible D2 durante la dictadura militar”, dice la información publicada el 23 de septiembre de 2010 por gran parte de la prensa argentina.
Charlie “reconoció a Calixto Flores, Mirta Graciela la Cuca Anton, Miguel Ángel el Gato Gómez, Yamil Jabour y Carlos el Tucán Yanicelli y dijo que integraron la Brigada de Operaciones de la D2”.
Luego “aseguró que en la D2 existía una Brigada Civil compuesta por integrantes de las Triple A y que en su mayoría eran casi todos delincuentes contratados”. Dentro de esta brigada nombró a “Chocolate”, un Brasileño que terminó expulsado por Telleldín junto a otros compañeros”.
Si bien negó su participación en cualquier brigada de la D2, Moore dijo que fue Romano quien hizo trascender los rumores de que él era un traidor. “Un día nos hizo cambiar, poner pantalones y mocasines, salimos y nos hicieron para frente a una fila de prisioneros que trasladaban a la UP1 para que vieran que yo era el gran traidor, pero el traidor fue el Coya” dijo.
Antes de la llegada de Telleldín a la D2, Moore dijo que “el primer militar en arribar fue un teniente que se hacía llamar Gastón o teniente Vargas. Con el paso del tiempo pudo descubrir que en realidad se trataba del capitán Verges que también llegó acompañado del capitán Quiroga”.
Además dijo que “desde esta dependencia policial perpetraron la colocación de bombas con un alto poder explosivo en diversos lugares para atribuirselos a la organización Montoneros”. Enumeró las que les pusieron a l ex juez federal Zamboni Ledesma, al Arzobispado de Córdoba, al Smata, a Cinerama y al Club Hebraica, varias de las cuáles fueron puestas por el “Gato“ Gómez.


Después de la bomba colocada en el cinerama, en noviembre de 1976 -episodio que se le atribuyó a Montoneros-, Moore fue trasladado a La Perla, donde rechazó el ofrecimiento para ocupar puestos de inteligencia. Luego fue trasladado a la D2 previo a pasar por el Campo La Ribera donde se enteró por boca del Gato Gómez que “él junto a Lucero habían sido quienes la habían colocado (a la bomba)”.
“Entre la innumerable cantidad de hechos que relató, Moore dijo que los miembros de la D2 asesinaron a doce policías entre los que se encuentran los crímenes de Fermín Albareda, acribillado brutalmente en la Casa de Hidráulica, en las inmediaciones del dique San Roque y de Robles cuya muerte fue simulada como un hecho de Montoneros durante años”.
Para 1977 en la D2 Moore dijo que además de él y su mujer “quedaban cuatro detenidos políticos, algunos testigos de Jehová y cuatro gendarmes porque ya había dejado de funcionar el Campo La Ribera como centro de interrogación y ya estaba abierta La Perla y la Dirección de Informaciones contaba con la Casa de Hidráulica en el dique San Roque como centro de exterminio”.
También dijo que “durante los primeros tres o cuatro años escribió en papeles de cigarrillo para armar todo lo que sucedía dentro de la dependencia policial y que a través de un correo trucho al que prefirió no mencionar, fue sacando hacia fuera toda la información que luego su madre llevó a Brasil en 1980. Ésto le permitió realizar su declaración en San Pablo en 1980, la cual sirvió como base de gran parte de los juicios de lesa humanidad en Argentina”.
Destacó en otro tramo de su declaración que en la D2 existía un especial trato con quienes eran judíos porque tenían un especial simpatía por el antisemitismo no con el nacional socialismo Nazi. En este tramo mencionó los crímenes de Diana Fidelman, “La pendejita Judía” y “la Jaimovich”. Aseguró que esto no sólo le sucedía a las mujeres jóvenes y relató como “el Gato Gómez “achuró” a una mujer de edad avanzada. También señaló que Yanicelli tenía un “serio serio problema“ por los crímenes que estaban cometiendo pero prefirió no decir de qué se trataba.
Moore ha sido nombrado por distintos testigos que pasaron por el juicio, como un detenido político, que luego pasó a colaborar con los represores y torturadores en el Departamento de Informaciones (D2) de la policía provincial.
Fue detenido el 13 de noviembre de 1974 y permaneció en las dependencias policiales con su esposa Mónica Cáceres durante seis años hasta que escaparon a Brasil. Al llegar a San Pablo realizó una declaración el 15 de noviembre de 1980 donde detalló el horror que había presenciado durante tantos años en la D2.
“Finalizando su declaración Charlie Moore dijo que el que pueda afirmar que puede vivir tantos años incomunicado está mintiendo, se establecen relaciones” y agregó que “en las condiciones de detención lo explotaron como un esclavito, lo trataron como servidumbre“.
Al comienzo de su declaración afirmó: “jamás pensé que iba a estar declarando en este juicio“ y explicó que pasado el juicio a las juntas en 1985 vino la obediencia debida y pensó que todo lo que había sucedido no se iba a saber más”. Al llegar el primer juicio contra Menéndez “recuperé la esperanza“ dijo. (Fuente: Diario del Juicio a Videla, Córdoba, resumen de prensa.)

Cuestiones personales

Por mi parte, las acciones y el nombre de Charlie Moore me persiguieron desde el mismo inicio del fatídico año 1976. Yo tenía 26 años recién cumplidos, entonces. Y había sido detenido en San Francisco de Córdoba por el D2. Desobedeciendo mis ruegos y mis “órdenes“ (pues yo era el responsable para el Departamento San Justo del PRT-ERP), mi esposa había demorado en escapar. Y la habían detenido también, algunas horas después que a mí, en su búsqueda desesperada de un abogado, que intentase salvar mi vida. Para quienes no vivieron aquella época es necesario recordar que los diarios publicaban la aparición de quince o veinte cadáveres cada día. Acribillados a balazos, con signos de tortura: eran las señales de la Triple A (que en Córdoba habían comenzado a llamarse Comando Libertadores de América, lo cual tenía también un sentido político de preparación al golpe militar, como se verá al leer el libro de Moore).
Entonces nos hallábamos en aquel horrendo sitio de torturas, mi esposa, mi hijita de cinco meses y yo. (Después sabría que por un oportuno Hábeas Corpus, presentado por un senador y abogado de la familia, a mi esposa la trasladaron a la cárcel muy pronto. Pero durante los once días que pasé en aquel sitio infernal, pese al atontamiento provocado por los golpes y la picana me atormentaban más los destinos que temía para mi compañera, y mi pequeña hija.) Como a los tres o cuatro días, se acercó un torturador y me puso su pistola en la frente. Me habían sometido poco antes a otra sesión de torturas, ahogándome en una pileta luego de ponerme una bolsa de plástico en la cabeza. “Ahora te vas a la mierda, hijo de puta“, me dijo, levantándome un poco la venda. Entonces apretó el gatillo y sólo se escuchó un “click“. Riéndose a carcajadas, el tipo gritaba que me había salvado porque “se la había trabado esa pistola de mierda“.
Durante un rato largo quedé al parecer solo, sin moverme en absoluto (tampoco podía hacerlo demasiado por los golpes), con la ropa en jirones, ensangrentado, el cuerpo empapado, yaciendo sobre mis manos, una de ellas lastimada, que habían esposado a mis espaldas.
Entonces escuché una voz cálida, cordial.
-Qué necesidad tenés, pibe, de meterte con esos tipos del ERP... ¿ves lo que te pasa? Pero todavía estás a tiempo de colaborar... No son lo que te imaginas. Aquí tenemos un colaborador que era un alto jefe del ERP. Él te va a contar lo que son realmente esos por los que vos te hacés maltratar. Te vamos a hacer hablar con él... vení, parate...
Comprendí que había otros cuando un segundo individuo me agarró de atrás y me levantó en vilo hasta depositarme erguido. Luego me llevaron por un pasillo, tomándome de un brazo para que no chocara pues tenía los ojos vendados. Recién al entrar a una oficina -calculé veinte metros hacia delante-, me pusieron una silla detrás, me ordenaron sentarme, y me quitaron la venda.
Ante mí se presentó una escena fantástica. Un hombre como de 30 años, impecablemente vestido, rubio, buen mozo, con ojos azules, me miraba desde atrás de una mesita con papeles. En el acto me di cuenta que no era policía.
-Soy un compañero tuyo... -me dijo, como si hubiese leído mi pensamiento-: me llamo Kent.

Los colaboradores

Me mostró un ejemplar de El Combatiente, preguntándome si sabía lo que era. Le dije que sí.
-Era uno de los que vos llevabas en el paquete secuestrado cuando te detuvieron.
Me habían capturado con una gran caja, donde había 150 ejemplares del periódico El Combatiente, la misma cantidad de la revista Estrella Roja, del PRT y el ERP. Y una gran cantidad de libros, folletos, calcomanías, en fin, aunque no lo había abierto, sabía lo que contenía.
-Mirá, aquí te van a tratar bien... yo estoy colaborando con ellos ahora... A mí, como a vos, me tenían engañado los del ERP... Ellos, los de la dirección, se dan la gran vida, manejan muchísima guita, y a los militantes de base, como vos y yo, nos mandan al frente... Aquí me explicaron todo eso, me mostraron pruebas, de tipos que yo los consideraba unos ídolos, y al primer sopapo cantaron todo... ellos me cantaron a mí...
Había algo incongruente en él. No tenía convicción. Y su imagen, pese a la pulcritud, era muy triste. Luego de haberme mantenido fielmente adherido al “minuto“ que tenía -esto es, que el ERP me pagaba sólo para retirar y entregar paquetes: esto era lo único que me ligaba a esta organización-. Tampoco podía dar nombres, pues yo sólo veía por instantes a personas siempre nuevas, siempre desconocidas.
Después de la conversación con Kent mermaron las torturas. Pero no me libraron de ellas por completo. Una noche, Kent se acercó sigilosamente. Me dio una manzana, pues no había comido absolutamente nada en todos esos días y me pidió, con voz temblorosa: “por favor, deciles a los compañeros que yo no torturo“.
Me tiraban boca arriba en una celdita donde apenas cabía mi cuerpo. No soy alto -1.72-, pero para que entrase acostado en el suelo (al principio no me podía sentar), debían dejar la puerta abierta. Casi tocaba con los hombros las paredes de cada lado. Varios días escuché a dos conversar al lado, donde parece que había otra celda (leyendo el libro constato ahora que debía ser la celda de Charlie Moore). Kent lo visitaba. Pero Charlie llevaba casi siempre la voz cantante. Hablaba todo el tiempo de armas. De helicópteros artillados, de ametralladoras pesadas, de misiles. Al parecer tenía revistas especializadas en eso, pues yo lo escuchaba mostrarle a Kent una u otra fotografía de sus páginas. En aquel tiempo, hablaba constantemente de ir como mercenario contratado por los yankis, a sus guerras del África. Intentaba convencerlo a Kent, quien no parecía entusiasmado, aseguraba que los militares argentinos los iban a ayudar.
Cuando llegué a la cárcel pregunté a los compañeros quién podría ser ese tipo: me lo dijeron en el acto. “Charlie Moore... un loquito de la guerra que con su pequeña organización, el MP17, fue integrado al ERP como apoyo militar externo y luego traicionó“.

¿Salvación o sambenito?

En su libro, Charlie Moore dice “Kent y yo nos dábamos cuenta de que Mendizábal era superior a Osatinsky, en Montoneros“. Esto refiriéndose a la captura de toda la dirección de Montoneros en Córdoba, por parte de la D2. Y según ellos, le salvaron la vida a Mendizábal al no decirles esto a Tissera ni Telleldin, los jefes. Pues fusilaron a Osatinsky creyendo que él era el jefe máximo. Cuando en realidad lo era Mendizábal. “Así, continúa Charlie Moore, Mendizábal se fue tranquilamente en Libertad y volvió a entrar al país para la contraofensiva montonera“.
Aquí hay un error de información. Con mi esposa Gloria nos tocó prestar declaración ante el juez Zamboni Ledesma juntos con el “Lauchón” Mendizabal, jefe de Montoneros en la cárcel. Aquél día, él escapó. Su abogado, cuando estuvieron ante el juez, le entregó una pistola que había podido introducir entre las ropas. Desde el exterior, un fuerte comando montonero cubrió la huída. Nosotros quedamos en medio del tiroteo; los policías nos hicieron meternos bajo un escritorio de metal. Desde allí veíamos los balazos cruzados y saltar a cada tanto un pedazo de revoque de las paredes, o astillas de los muebles. Así fue realmente la “libertad” de Mendizábal.
Pero continuemos con Charlie. Varios años más tarde, en 1979, unos cuarenta prisioneros fuimos trasladados desde todo el país nuevamente hacia Córdoba. Nadie nos dijo para qué; sin golpes ahora, pero con las manos esposadas a una argolla en el piso del avión, de cuclillas y con los ojos vendados. Al llegar nos introdujeron en un pabellón de la UP1 con celdas individuales. Por un agujero que habían hecho, aserrando cada puerta de chapa, nos pasaban cada día la comida. Como podíamos vernos las caras, al menos con dos o tres de los que estaban al frente, intercambiábamos información con el lenguaje de las manos utilizado por sordos. Coincidimos entonces que todos teníamos algo en común (aparte de nuestra militancia en el PRT): habíamos sido incluidos en la causa por el copamiento del cuartel militar de Villa María.
Cierta noche, como una semana después, entró un sacerdote. Acompañado por un guardiacárcel, se dirigió rectamente a mi celda. Era un hombre alto, jovial, de apellido italiano. Me dijo que le habían dado diez minutos para hablar conmigo, que mi papá estaba fuera de la cárcel, esperando. (Mi familia siempre estuvo ligada a la iglesia católica y mi hermano era cura.) Primero me informó todo lo que mi papá le había encomendado, luego me pidió le dijese mi mensaje para transmitírselo. ¿Qué podía decirle? Solamente que no se preocupara, que yo estaba bien. En ese tiempo yacíamos tan indefensos bajo el poder absoluto de estos criminales, que solamente encargar algún trámite a un familiar podía significar su muerte. Sin ningún beneficio para nosotros. Se fue.
Lo que fue impactante cuando lo comuniqué a todos los compañeros, era la razón de nuestra permanencia, incomunicados, allí. El juez federal, Eudoro Vázquez Cuestas, planeaba “una reconstrucción del copamiento del cuartel de Villa María”. Eso había logrado averiguar mi papá por medio de sus contactos en Córdoba y la Iglesia.
¿Qué significaba esto, en la Córdoba de Menéndez? Que iban a ponernos un arma descargada en las manos, a cada uno de nosotros y nos iban a acribillar. Diciendo que en ese proceso de reconstrucción “los subversivos habían intentado fugarse”.
Luego de una breve deliberación, decidimos entrar en huelga de hambre al día siguiente. Y extremar los esfuerzos para hacer conocer, por los medios que pudiésemos, nuestra situación.
Pero inusitadamente, de un día para otro nos levantaron la incomunicación. Y nos llevaron con otros seis o siete prisioneros políticos que se alojaban en el pabellón de arriba. ¿Qué había ocurrido? Menéndez acababa de intentar un golpe de Estado contra el presidente Viola. Y fracasó.
Estando allí, en condiciones ya más humanas, nos visitó la Comisión de Derechos Humanos de la OEA. Esto nos sirvió para mejorar nuestras posibilidades internas como presos. Por ejemplo, en vez de darnos la comida hecha, logramos que nos entregasen los ingredientes, para cocinar nosotros mismos, de un modo comunitario.
Uno de esos días y luego de un revuelo trajeron a un prisionero nuevo. Con gran secreto, pues nos obligaron a encerrarnos en nuestras celdas hasta que lo instalaron. Era Kent. Luego de una gran discusión por si le dábamos de comer o no -en la cual ganó la postura en que también yo estaba, es decir, que no podíamos negarle un plato de comida a cualquier ser humano, por más que fuese alguien execrable-, dos compañeros se comunicaron por la ventana con él. Apenas estuvo 25 horas allí: enseguida lo llevaron, nuevamente. Tuvo tiempo de contar, sin embargo, que la causa de su traslado había sido la fuga de Charlie Moore.
En esto también difiere su versión con la que Moore consigna en el libro. Kent contó que ambos, con sus esposas, estaban en El Campo de la Ribera (un centro de detención militar). Que Moore se había acercado, una tarde, al gendarme que vigilaba la torreta. Le había pedido fuego. Al buscar el otro el encendedor entre sus ropas, le había pegado con un hierro, le había quitado el FAL y huyó, disparando para cubrirse. Llegado a la ruta al parecer “apretó” un auto y desapareció.
Moore dice (en el libro) que se fugó pacíficamente, del D2, por los techos, llevándose solamente un revólver 38, con la inscripción “Policía de la Provincia de Córdoba“.

Mi karma Moore

Hacia el año 2004 o 2005 el hijo del teniente coronel Larrabure, capturado por el ERP en el cuartel de Villa María, logró reabrir la causa sobre la muerte de su padre. Como se sabe, este hombre -un abogado, creo-, tiene el empeño de que se investiguen hasta las últimas consecuencias las circunstancias en que perdió la vida su papá. Con tal propósito, acompaña su actividad reivindicativa con una campaña de prensa. En tal difusión llegó un día a la agencia noticiosa donde trabajaba, una gacetilla de Larrabure (h), acompañada por otros archivos pdf. Uno de ellos me llamó la atención. Eran copias de la instrucción para la causa por el copamiento del cuartel de Villa María. En una simple ojeada capté mi nombre, entre sus párrafos. El declarante, Carlos Raimundo Moore, afirmaba que “el imputado, Julio Carrera (así) junto a la Sargento Elena, formaron parte del contingente que hostigó el cuartel, pero la esposa del mencionado, no”. Me corrió un escalofrío pese a los años trascurridos (más de veinte años desde que saliera de la cárcel). Recordé que mi amiga Alicia Wieland, tenía como nombre de guerra “Sargento Elena”. Y recién allí, casi treinta años después de mi detención, comprendí por qué me habían incluido en la causa del copamiento de Villa María.
¿Por qué lo hizo? (Charlie): yo no lo conocía ni lo conozco. Durante los once días que pasé en aquel infierno donde él merodeaba libre nunca lo vi (yo tenía mis ojos permanentemente vendados).
En su libro (34 años después) afirma que su criterio era “salvar“ a los compañeros, introduciéndolos en la causa Villa María. Porque los militares planeaban montar un gran show con aquella causa. Y condenarnos a todos, pero por cierto utilizarlo, también, como una muestra de que respetaban los mecanismos judiciales de la Constitución. Entonces, cuando él sabía que a alguien lo iban a ejecutar... les decía a los jefes del D2 que ese era uno de los que habían participado en Villa María. De esa manera -según él-, lograba que los trasladaran a la cárcel y los pusieran a disposición del juez.

Un libro necesario

Por encima de los detalles algo confusos o la actuación real de Charlie Moore integrando aquellas bandas de criminales, este libro representa un extraordinario aporte historiográfico.
El testigo, es por otra parte sumamente creíble, ya que su condición de no ser ni policía ni guerrillero, le permite ejercer una objetividad extrema.
Los contundentes y detallados elementos que aporta derriban para siempre la teoría de “los dos demonios“. No hubo locos poniendo bombas y asesinando a mansalva de los dos lados. Hubo “locos” que buscaron una sociedad mejor a riesgo de sus vidas. Y psicópatas delincuentes que lanzaron contra toda la sociedad su furia homicida. Aprovechando ese proceso para rapiñar de un modo extraordinario. Mientras fingían atentados, asesinaban en nombre de la guerrilla y evitaban exterminarla hasta el último momento, para crear el clima de terror que permitiera el golpe de Estado.
Por otra parte, está muy bien escrito. Miguel Robles, su autor, o bien tiene talento para construir una obra literaria amena y profunda. O bien se hizo asesorar de un modo inobjetable. Lo cierto es que La búsqueda se lee con tanta o más facilidad que una novela de García Márquez. Con el valor adicional de que es nuestra historia real, tan reciente y útil, para avanzar en el camino que hoy nos hemos propuesto los argentinos.

* Madre Noche. Novela que narra la historia de un alemán reclutado por la CIA, obligado a trabajar públicamente para los nazis, durante la Segunda Guerra Mundial. Kurt Vonnegutt (Jr.) He tomado su título para el nombre de este artículo, pues su personaje me pareció bastante parecido a Moore.


Julio Carreras (h)
Web: http://www.juliocarreras.com.ar

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