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miércoles, 16 de diciembre de 2009

EL ARIETE DE LA CONTRARREVOLUCIÓN



Hay que decirlo sin tapujos: la pantomima que vivimos el 3 de diciembre en la sesión preparatoria de las deliberaciones del Congreso demuestra que la táctica envolvente del estáblishment oligárquico-imperialista ha comenzado a rendir frutos. El ataque contra el kirchnerismo que llevó a esta nueva composición parlamentaria se basó, es cierto, en numerosos errores políticos del gobierno y en no desdeñables limitaciones al momento de dar pasos profundos en la dirección correcta. Pero sería muy ingenuo quien creyese que, porque en parte el gobierno cosecha algo de su siembra, solo tenemos en vista un recambio razonable de figuras y métodos desgastados. La discusión formal oculta una intención, nada formal, de impedirle al Ejecutivo continuar con su plan de acción. En el fondo, de lo que se trata es de asegurar la más rápida y completa reversión de cuanto se ha actuado a partir de 2003. Detrás del actual balance parlamentario no están las masas proletarias, sino la oligarquía que con su fuerza de choque puso sitio a las ciudades durante el conflicto de la “125”. Está dispuesta a terminar con el kirchnerismo ahora que, tras apagar los fuegos de diciembre del 2001, pretende seguir impulsando la reindustrialización y un mercado interno que, figúrese usted, no sufre la crisis mundial con el rigor exigido por las necesidades del sistema. Y, de paso, al menos para la conducción radical, también está la tentación de lavar la deshonra sufrida cuando el inconcebible de la Rúa tuvo que irse en helicóptero de la Casa Rosada. Lo vivido el 3 de diciembre despeja cualquier duda en este sentido. El antikirchnerismo se emblocó en un contubernio tan carente de principios que ni siquiera supo encontrarse un nombre digno. Y terminó bautizado como “Grupo A” nada menos que por Patricia Bullrich Luro Pueyrredón. Debió haberlo bautizado más directamente “Grupo SRA”, el grupo “Sociedad Rural Argentina”. Claro está que este gesto de mal tono le hubiera traído problemas a alguno de sus integrantes. Pensamos en Fernando Solanas, claro, aunque “Grupo Mesa de Enlace” hubiera sido más a su gusto. Y era fundamental mantenerlo en el brete, de allí la denominación neutra elegida finalmente. Los servicios prestados por el Pino En sus diálogos con Mariano Grondona, dicho sea de paso, el diputado Fernando Solanas intenta justificar el acuerdo podrido con Pinedo, Cobos y la Michetti en nombre de váyase a saber qué indignación moral ¡Mucho discurso inflamado contra la entrega del petróleo, los glaciares, las minas, las pampas marítimas, la independencia financiera, los ferrocarriles y hasta los bichos canasto si mal no viene, para terminar acordando una mayoría falsa en un Congreso volcado a la derecha, sobre argumentos de moralina abstracta, con los principales responsables de esos y otros desaguisados! Es tiempo de recordar que no es la primera vez que Solanas funge como ala izquierda del bloque antinacional. Ya lo hizo, en efecto, cuando le entregó el Frente del Sur en bandeja al ínclito Chacho Álvarez, dinamitando la primera expresión política de oposición consecuente al menemismo para ponerla al servicio, en último análisis y como se demostró… de Fernando de la Rúa, es decir del menemismo sin Menem. Dicho sea de paso, los diálogos de Solanas con Grondona son cada vez más frecuentes, y hasta circuló un chisme (que nadie cree, claro), afirmando que Marianito lo tiene como posible candidato in péctore para unificar tras su candidatura presidencial al bando antikirchnerista en 2011. El consenso “republicano” Con esa gran ayuda de Solanas, el bloque antikirchnerista dio un zarpazo importante a las comisiones parlamentarias, con toda la intención de enloquecer a Cristina Fernández con minucias, chicanas y argucias leguleyas. Eso es lo que entienden por “consenso”. Ese “consenso”, de haberse alcanzado antes, hubiera impedido nacionalizar los fondos jubilatorios, estatizar Aerolíneas, terminar con la estafa macrista en el Correo, democratizar los medios de comunicación, elanzar las paritarias con un balance favorable a los asalariados, etc., etc., etc. Hubiera puesto mil y un obstáculos a la política latinoamericana del kirchnerismo, y hace mucho que habría secado las fuentes de financiación del Estado bajando a cero las retenciones a la exportación de soja. Se acusa al gobierno de no dialogar, y de manejarse solamente con lo que se llama (aquí y en Bolivia, véase el artículo respectivo) la “dictadura de las mayorías”. La verdad es que Kirchner empezó su tarea en minoría y obtuvo sus mayorías por un creciente acuerdo social con las principales medidas que fue tomando. Si ahora tuvo un traspié electoral no fue debido a esas medidas, como pretende la oposición contubernista, sino a pesar de ellas. La rabia contenida de buena parte de la oposición estalló ahora en esta exigencia de “mayor institucionalidad”, encabezada por el principal desinstitucionalizador, el Vicepresidente del Gobierno y Presidente virtual de la oposición. ¿No fue acaso por la vía del “consenso” que el Tartufo chascomusense firmó el pacto de Olivos, declaró la Obediencia Debida y el Punto Final, reemplazó al peleón Grinspun por una serie de tecnócratas a cual más enfeudado ideológicamente al FMI, y tantas otras traiciones a sus promesas iniciales? Y de qué le sirvió, salvo para preparar el terreno a la definitiva destrucción neoliberal cavalluna de la economía industrial argentina? Eso es lo que se quiere? Creemos que sí. Al contubernio enfrentarlo con política de masas Dejemos de lado el hecho de que, al igual que Julio Cobos, la legitimidad de muchos integrantes del contubernio proviene del mismo Frente para la Victoria (alguno de la “izquierda”, inclusive) que ahora intentan aniquilar so pretexto del voto del 28 de junio. El panorama político que presenta eso que Clarín y La Nación tratan de unificar como “la oposición” es tan variado que no puede explicitar qué hará con las nuevas mayorías obtenidas en las comisiones. Pero sabemos, ya, tras verlos actuar en la sesión preparatoria, que consideran más válidos los votos del 2009, que crearon la situación parlamentaria actual, que los del 2007, que son -lo han dicho varios de sus integrantes cuando dieron por cerrado el ciclo kirchnerista y exigieron al gobierno que “respete la voluntad popular de 2009”- un obstáculo a remover (salvo que se pasen al grupo SRA). El vacío programático del “Grupo A” se llenará rápidamente de contenido. Fernando Solanas, el jefe del ala izquierda del contubernio, presidirá la Comisión de Energía, como dice el periodista Mario Wainfeld, gracias a los “seguidores de Duhalde y Rodolfo Terragno, cuyo plan del Bicentenario tiene un solo punto concreto: el plan de incentivos para la inversión transnacional elaborado por los secretarios de Energía de Raúl Alfonsín, Carlos Menem y Fernando De la Rúa, los de la privatización de YPF, la exportación descontrolada de un recurso estratégico agotable y la disminución del horizonte de reservas”. Estos últimos saben que sus iniciativas enfrentarán dura oposición del Ejecutivo. Se les ha calentado el pico, y amenazan con responder a los vetos con movilizaciones callejeras. Mientras tanto, la división mediática del ejército cipayo insistirá con su simulacro de Bronx trasladado a la Argentina. Estamos en vísperas de un año caliente, más caliente que el que pasó. Habrá que ver qué poder de convocatoria tienen los partidarios del retroceso y del atraso. Y no faltarán oportunidades de medir fuerzas. Ahora más que nunca, frente nacional. Ahora más que nunca, cuidarse de las provocaciones. Ahora más que nunca, política de masas.
Nestor Gorojovsky

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