La secretaria Ejecutiva de la Comisión Económica para América Latina (Cepal) recibió a Cash en una improvisada oficina donde está trabajando desde que el terremoto golpeó al emblemático edificio del organismo en Santiago de Chile. Alicia Bárcena no es economista, es bióloga pero recurre sin problemas a economistas latinoamericanos como Raúl Prebisch y Celso Furtado para proponer políticas de desarrollo diseñadas desde la región, cuestionar la apreciación cambiaria y defender los controles de capitales. Bárcena desembarcó en el organismo a mediados de 2008 y se convirtió en la primera mujer en asumir la conducción de Cepal. Previamente la mexicana se desempeñaba como secretaria general Adjunta de Gestión en la sede de Naciones Unidas en Nueva York, donde manejaba el gigantesco presupuesto de la ONU.
“América latina es hoy una región progresista. En Argentina se ha dado un cambio de modelo desde 2003. Es uno de los países de la región que más redujeron la desigualdad”, afirma Bárcena quien, lentamente, está revitalizando el discurso político y económico de la Cepal.
La agenda de desarrollo que presenta en sus intervenciones por la región reconoce la necesidad de “disciplinar” a los empresarios a través de distintos impuestos como pueden ser las retenciones, recupera las propuestas vinculadas con la inversión pública en ciencia y tecnología con desarrollos locales, y enfatiza la relevancia de preservar un tipo de cambio que responda a vectores productivos y no sea determinado por flujos especulativos.
–¿Qué evaluación hace la Cepal de la última década en América latina?
–Los gobiernos progresistas, desde 2002 y 2003, nos dejan un legado muy positivo donde no hay marcha atrás en las políticas sociales. Hemos aprendido que hay que igualar para crecer, que no alcanza crecer para igualar. El gasto social no se pierde, sino que es el motor de la economía.
–¿La región aprendió de los fracasos de las décadas del ’80 y ’90?
–Sin duda. La región ha aprendido lecciones muy importantes del pasado. Hoy somos una región que ha entendido la importancia de la macroeconomía: mantener bajos niveles de déficit de cuenta corriente, o superávit, bajos niveles de deuda, controlar la inflación y promover la acumulación de reservas. Después de la década del ’80 la región demoró 14 años para recuperar los niveles del PIB per cápita, pero para recuperar los niveles sociales nos tomamos 25 años.
–¿Qué cambió con los gobiernos progresistas en Latinoamérica?
–Como herencia de estos gobiernos progresistas la región invirtió activamente sus políticas sociales con distintas medidas de protección de empleo, el salario y otros programas. Apoyando incluso a los empresarios. Los estímulos fiscales durante la crisis fueron muy efectivos para estimular la demanda. Así nos recuperamos mucho más rápido de la crisis que el resto del mundo. El PIB había caído 1,9 por ciento en 2009. Este año la región recupera y crece 6 por ciento.
–¿Cómo continúa este nuevo esquema regional a la salida de la crisis económica global?
–Uno de los aspectos centrales de nuestra región es sobreponernos a la heterogeneidad estructural. En la Cepal creemos que el camino hacia el desarrollo está en la convergencia productiva. Rearticular los sectores productivos, dinamizarlos y reindustrializar. La región debe aprovechar sus mercados internos. Países con grandes mercados internos como Argentina, Brasil, Colombia y México deberían convertirse en los grandes motores del crecimiento regional. Si crece Brasil, crecen las economías que están a su alrededor. Eso es una buena noticia.
–¿Qué es lo que tienen que hacer los gobiernos?
–Hay que diversificar la estructura productiva e incentivar la inversión. Es muy importante porque la estructura de las exportaciones está muy concentrada en materias primas y precios que son volátiles y generan vulnerabilidad externa. La única forma para salir de la desigualdad es el empleo con derechos y protección.
–¿Qué significa diversificar la estructura productiva?
–Significa no sólo depender de enclaves de materias primas, sino también desarrollar servicios como puede ser la industria de software.
–Algo similar hizo Irlanda y hoy atraviesa una fuerte crisis económica.
–En Irlanda el manejo financiero es lo que fracasó; la diversificación productiva funcionó bien. Lo mismo en Finlandia y Nueva Zelanda. Cómo buscar nuevos nichos industriales es uno de los grandes temas. En el área de energía, biocombustibles, biotecnología, nanotecnología, comunicaciones, incluso con la soja. Es necesario profundizar el agregado de valor, la innovación y la articulación regional.
–¿Cómo pueden lograr Bolivia, Argentina o Ecuador impulsar este tipo de procesos?
–Definitivamente el gasto público debe cumplir un rol central. La inversión en investigación y desarrollo debe incrementarse. Hoy en la región es 0,6 por ciento mientras que en Corea del Sur alcanza al 4 por ciento. Nuestro continente tiene enorme espacio para crear localmente sus propios desarrollos tecnológicos sin que se importen de Japón o Alemania. Raúl Prebisch o Celso Furtado plantearon una agenda muy profunda para América latina que parte de la base de que el desarrollo arranca de nosotros mismos. Nadie nos va a desarrollar desde afuera. Hay que tener un planteamiento de pensamiento propio, con densidad nacional.
–La Cepal retoma así sus postulados históricos, que gestiones anteriores habían olvidado influenciados por la ola neoliberal.
–En la Cepal sabemos que el crecimiento y el desarrollo no son sinónimos. No alcanza con crecer: el desarrollo es igualar para crecer. Todavía nos falta gestión de la innovación que se hace en nuestras universidades y los jóvenes empresarios emprendedores. La región debe aprovechar la mejora en los términos de intercambio y crear fondos para ciencia y tecnología.
–Existe una importante oposición de algunos sectores económicos para que el Estado se apropie de esas ganancias y las utilice.
–Uno de los temas más importantes es la convergencia entre trabajadores, empresarios y el Estado. Nos hacen falta pactos sociales profundos. Disciplinar a los empresarios significa alcanzar un camino conjunto. El modelo donde el mercado lo podía todo no funciona y tampoco el Estado solo puede hacer todo.
–¿Propone un pacto social, como se quiere impulsar en estos momentos en Argentina?
–Necesitamos nuevos pactos para que las ganancias de productividad se queden en la región y no se concentren en muy pocos. El factor redistributivo debe ser el Estado y eso se logra con diálogo. Los empresarios deben ver que la desigualdad conspira contra ellos. Los empresarios también necesitan reglas de juego que las pone el Estado.
–¿Qué papel juega el tipo de cambio en este escenario que plantea?
–El tipo de cambio es un instrumento muy importante que manda señales muy potentes hacia el sector productivo. El tipo de cambio debe responder a los vectores productivos. Nada sería peor que las señales fueran a la concentración exclusiva de materias primas abandonando al resto de las actividades. Tenemos que evitar la apreciación.
–Esto implica aplicar controles al ingreso de capitales especulativos.
–Somos partidarios de los controles de capitales financieros especulativos. Esa medida es muy importante para apuntalar nuestras economías. Hay que desdramatizar algunos temas. La solvencia fiscal es importante, pero no se puede descuidar al sector productivo. La variable de ajuste no puede ser el sector productivo ni los trabajadores. Algunos países tienen más espacio que otros, pero sin duda no se puede perder el dinamismo en materia laboral.
–¿Cómo interpreta Cepal el desempeño argentino durante la última década?
–A partir de 2003, Argentina inició un cambio muy positivo. Hubo una acción muy valiente del Estado para transformar profundamente el modelo. Hay un quiebre cuando uno compara con la década de los ’90. Argentina, junto con Brasil, Bolivia y Venezuela, son los países de la región que más redujeron la desigualdad y la pobreza. Eso es sin contemplar la Asignación Universal por Hijo; midiendo eso, los resultados son todavía mejores.
También ha mejorado considerablemente el balance de pagos y la cuenta corriente. La deuda pública tiene un muy buen comportamiento y aumentan las reservas internacionales. El Estado ha tomado decisiones correctas para la sociedad argentina.
–¿Qué desafíos piensa que enfrenta?
–Es un proyecto de país que se ha ido construyendo desde 2003. Es un cambio de modelo que no está exento de problemas y desafíos pero por lo menos se plantea un proyecto social, productivo y de articulación política social de diálogo. Es un muy buen momento para la convocatoria de un pacto social. Hay un alto nivel de convergencia. Eso lo observé en Mar del Plata. En Argentina se está dando algo que para nosotros en Cepal es muy importante: un proyecto donde se está buscando la convergencia productiva y territorial, apoyando a las familias pobres, reduciendo la desigualdad, aprovechando el buen contexto externo a favor de la economía nacional
Por Tomás Lukin
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