Los explotadores, los abusadores, los ilegales, los inhumanos, toda esa “raza maldita” como los llamaba Evita, deberían poner la barbas en remojo en esta nueva Argentina que sigue creciendo. Incluso, es mejor para ellos que lo hagan rápido.
Ayer la Presidenta presentó junto al Ministro de Trabajo, Carlos Tomada, la última etapa del programa sobre Trabajo Registrado Digital, Control en tiempo real.Ello significa que los ojos del Estado argentino se posarán con toda la premura, la eficiencia tecnológica y la intensidad necesaria sobre el universo laboral, para cuidar que todos los ciudadanos y ciudadanas estén a buen resguardo en un 2011 definido como el Año del Trabajo Decente, de la salud y los Derechos de los trabajadores.
Si este modelo no se concibe sólo como una estadística feliz, sino como una forma bella y justa de vivir la vida en la Argentina, es necesario avanzar en la lucha contra el desempleo, como se viene haciendo desde el 2003, pero al mismo tiempo garantizar el trabajo legal, decente, humano, justo y digno.
Que sepan, entonces, los que explotan salvajemente a niños, jóvenes y adultos de la manera como lo hicieron en campos de Nidera recientemente, que la Presidenta reafirmó el combate contra el trabajo ilegal y esclavo.
Pasaron otras cosas ayer; como por ejemplo, conocer el dato que la industria creció
9,7 % durante 2010, que las ventas en supermercados crecieron 28,7 % en diciembre pasado, que un millón de turistas ya visitaron la Costa y es un récord histórico, que Macri faltó a la DAIA pero siguió cambiando el sentido de las calles en su impotencia por no saber cambiar el sentido de la vida de los porteños, mientras el Foro de Davos reconoció, casi resignadamente, que “comenzó la década de América Latina”.
Hoy es el Día Internacional de la Recordación del Holocausto.
Vaya nuestro homenaje en la figura del periodista y luchador antifascista checo Julius Fucik, aquel que dejara su testimonio a la humanidad en su ya célebre “Reportaje al pié del patíbulo”, escrito en prisión poco antes de ser asesinado por los nazis.
“Y lo repito una vez más: he vivido por la alegría. Por la alegría he ido al combate y por la alegría muero. Que la tristeza no sea unida nunca a mi nombre”
Finalizó con estas palabras que estremecen:
“Siempre habíamos contado con la muerte. Lo sabíamos: una vez en manos de la Gestapo, es el fin. Pensando en eso, hemos hecho aquí lo que hemos hecho.
También mi rol se aproxima a su fin. Yo ya no escribo ese fin. Desde luego, no lo conozco.
He dejado de ser un rol. Es la vida.
Y en la vida no hay espectadores.
Se levanta el telón.
Hombres, yo os amé. ¡Velad!”
El Argentino, jueves 27 de enero de 2011
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