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martes, 23 de febrero de 2010

Alí Babá, Marcó del Pont, los 40 ladrones y la liga de rematadores












Mucha gente ha dejado su infancia tan lejos que piensa que Alí Babá era el jefe de una banda de 40 ladrones. Pero la historia contaba que habían 40 ladrones, dueños de un tesoro formidable, a los que Alí babá pudo robar a mezcla de suerte y picardía.

Y ojalá Marcó del Pont pueda hacerle "la gran Alí Babá" a la liga de rematadores. Porque aunque parezca mentira, una parte del éxito de su gestión y del proyecto kirchnerista, depende de esto.

El BCRA tiene dos importantes incumbencias. Una es la de garantizar el servicio monetario. O sea que exista el dinero que permita cuantificar y dinamizar las transacciones, afín de posibilitar el funcionamiento ordinario de a economía y del sistema tributario. Tema del cual se derivan los temas actualmente en discusión respecto de reservas, encajes, base monetaria, reproducción bancaria del dinero. Y otras formas en las cuales esta institución genera uno de los pilares del funcionamiento económico.

Otro tema, no menos importante que las cuestiones estrictamente monetarias, es la supervisión de la gestión del sistema bancario desagregado. O sea de todos y cada uno de los bancos comerciales. Y este segundo aspecto es tan importante macroeconomicamente como el primero, pero no hace a que el dinero mantenga sus niveles de utilidad sino de que específicamente, cada banco, pueda devolver en tiempo y forma los depósitos que los particulares hayan hecho en sus cuentas.

Todo el país sabe que uno de los principales problemas del sistema bancario argentino es que le presta dinero con cierta facilidad a los que tienen bienes y no le prestan a quienes necesitan el dinero para comprarlo. Y es mucho más fácil obtener un crédito cuando uno tiene una casa que cuando necesita construirla. Y no qua hablar de lo que ocurre si lo que uno tiene son clientes y empleados y lo que necesita es dinero para comprar una máquina.

Y en general todos nos enojamos con los bancos, pero los bancos cumplen reglamentaciones muy estrictas del BCRA, que también los dirige en este tema. Y el ejemplo de los créditos para comprar autos o construir casas es excelente para explicar porque Marcó del Pont debería hacerle a la liga de rematadores lo que Alí Babá a los 40 ladrones.

Si uno quiere comprar un auto y paga entre el 15 y el 50% de su valor, en casi cualquier país desarrollado te dan un auto y listo. Y si tenés un terreno mínimamente valioso y querés construir una casa, ocurre lo mismo. En ambos casos siendo la parte pagada del vehículo o el terreno, las garantías suficientes para que el crédito tenga una garantía real. Ya que si no pagás el crédito el banco te ejecuta el auto o la casa, y siempre el valor de la garantía es mayor de lo que el deudor debe, por lo cual el que depositó su dinero lo cobrará, el banco pagará sus gastos y el que necesita el crédito lo tiene, por lo que automotrices y constructores trabajan con cierta normalidad. Y los déficits de viviendas y/o movilidad, pese a los problemas contemporáneos no son tan abusivos como acá.

Sin embargo, en la Argentina actual, los bancos no toman prácticamente el valor de las garantías como garantías sino que siempre te piden "ingresos regulares comprobables" por lo que el 50% de la población y un porcentaje mayor de empresas, simplemente no son sujetos del mismo. Y aunque uno se enoje con el City, Rio, Galicia, Provincia, Ciudad, Nación o Crediccop, ellos solo cumplen con normas estrictas del BCRA.

Ahora bien... ¿Por qué el BCRA no considera que cualquier tipo que puede pagar el 30% de un auto puede tener el resto de la guita necesaria para comprarlo a bajísimo interés y sin otro tipo de requerimientos (y por lo tanto que se produzca y se paguen todos los gastos, salarios e impuestos involucrados)?

¿O porqué no ocurre lo mismo con el que tiene un terreno y en lugar de poder construir una casa porque tiene los fines de semana libres y sabe apilar ladrillos debe tener "ingresos regulares en blanco por más de $3.000"?

Esto ocurre porque hay una cosa estrafalaria, llamada "Liga de rematadores" que se dedican a que los bienes que van a remate se vendan exageradamente bajo su precio, acaparando las compras de los mismos, en detrimento de quienes son sus beneficiarios reales. Cosa que se puede resolver con cierta sencillez armando un "Mercado Libre" pero público, que podríamos llamar "Mercado Nacional y Popular".

Hoy, menos de 10 salames parecidos a los 40 ladrones, imposibilitan una parte muy importante de la capacidad de producción y de financiamiento del conjunto de la nación argentina. Y aunque algunos de los martilleros, asociaciones o empresas que trabajan en ese mercado son probos y legítimos, esa no es la norma del esquema general de ese mercado.

Muchos hemos tenido experiencias más que gratificantes, transparentes y útiles, comprando materiales para el reciclaje de casas en remates de demolición. Y alguno que otro realmente pudo comprar el rezago de una gran empresa en una que otra transacción más o menos transparente. Pero no es la experiencia mayoritaria.

Ciérrate sésamo, debería decir Marcó del Pont uno de estos días. Dejar ese nefasto sistema enterrado para siempre. Y regalarnos a los argentinos una forma más o menos adecuada para que cualquiera que ponga la garantía básica para posibilitar la compra de cualquier bien enajenable o la construcción de una casa, simplemente puedan hacerlo. Y ni que hablar si eso les permite a los tipos con esa particular capacidad de hacer y mantener empresas productivas, equiparlas y hacerlas producir.

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